La necesidad de la educación en valores.
La escuela ha ido relegando la educación en hábitos, actitudes y valores, pensando que cada alumno podría aprender por sí mismo lo bueno o malo, o en cualquier caso era una tarea de la familia.
El abandono de esta dimensión ética por parte de la escuela se explica por:
- En tanto la educación en valores y actitudes fue un componente de la educación religiosa confesional y en aras a una neutralidad ideológica el natural refugio en contenidos instructivos ha ido relegando -en parte- una educación moral y ha dejado -en cierta medida- desarmada a la escuela en general frente a las demandas de los padres y familias.
Se pensó que la nueva vida democrática implicaba que cada uno tiene los valores que prefiera, puede hacer lo que quiera con tal de que no incida negativamente en otros, y la escuela no debe intervenir en el campo de los valores.
Frente a este “objetivismo/neutralismo”, hemos de reconocer que una educación sin un propósito moral, en el mejor sentido y más amplio de la palabra, no es nada.
- En segundo lugar, desde un enfoque liberal en educación, se relegó el campo de la educación en valores a la esfera privada, dejando de ser objetivo de la enseñanza pública. El temor a adoctrinar, a caer en el autoritarismo, ha llevado a creer que cada uno lo puede aprender por sí mismo. Cada uno tiene sus propios valores (modos de pensar y actuar), que es preciso respetar.
Se ha confundido el valor de la tolerancia con la ausencia de cualquier norma.” Minimizar el valor de la disciplina -recuerda Victoria Camps (1.990) - es ignorar lo que los griegos ya sabían y aceptaban: que la virtud es hábito, costumbre, repetición de actos, es decir, disciplina”
Esta ausencia de normas claras, dice -con razón- Victoria Camps (1.990), nos ha llevado -por debilidad ideológica, que acusamos como docentes al igual que el resto de la sociedad- a una educación “débil”, a no tener nada que ofrecer, o mejor, a renunciar a ser responsables del mundo en que hemos colocado a nuestros niños y jóvenes.
El abandono de esta dimensión ética por parte de la escuela se explica por:
- En tanto la educación en valores y actitudes fue un componente de la educación religiosa confesional y en aras a una neutralidad ideológica el natural refugio en contenidos instructivos ha ido relegando -en parte- una educación moral y ha dejado -en cierta medida- desarmada a la escuela en general frente a las demandas de los padres y familias.
Se pensó que la nueva vida democrática implicaba que cada uno tiene los valores que prefiera, puede hacer lo que quiera con tal de que no incida negativamente en otros, y la escuela no debe intervenir en el campo de los valores.
Frente a este “objetivismo/neutralismo”, hemos de reconocer que una educación sin un propósito moral, en el mejor sentido y más amplio de la palabra, no es nada.
- En segundo lugar, desde un enfoque liberal en educación, se relegó el campo de la educación en valores a la esfera privada, dejando de ser objetivo de la enseñanza pública. El temor a adoctrinar, a caer en el autoritarismo, ha llevado a creer que cada uno lo puede aprender por sí mismo. Cada uno tiene sus propios valores (modos de pensar y actuar), que es preciso respetar.
Se ha confundido el valor de la tolerancia con la ausencia de cualquier norma.” Minimizar el valor de la disciplina -recuerda Victoria Camps (1.990) - es ignorar lo que los griegos ya sabían y aceptaban: que la virtud es hábito, costumbre, repetición de actos, es decir, disciplina”
Esta ausencia de normas claras, dice -con razón- Victoria Camps (1.990), nos ha llevado -por debilidad ideológica, que acusamos como docentes al igual que el resto de la sociedad- a una educación “débil”, a no tener nada que ofrecer, o mejor, a renunciar a ser responsables del mundo en que hemos colocado a nuestros niños y jóvenes.
Frente a no querer intervenir cuando permaneciendo en una falsa neutralidad, cabría comenzar afirmando, como hacía Camps (1.900), que “la tomemos como la tomemos, la educación no está libre de valores. Tiene que ser ideológica. Si educar es dirigir, formar el carácter o la personalidad, llevar al individuo en una determinada dirección, la educación no puede ser neutra. Las finalidades educativas son valores en la medida en que son opciones, preferencias, elecciones.”
Los valores en educación son, pues, ineludibles. Pretender (“ser objetivo” o “ser neutral”), no solo es prácticamente imposible o indeseable, es una contradicción en los términos. Cada acción educativa se sostiene en función de que asume, implícitamente, que algo merece ser enseñado/aprendido. Cada acción o enunciado del profesor transmite determinadas preferencias, actitudes, valores. De modo parecido cada aspecto del centro escolar, ya sea su gestión, organización o vida cotidiana, contiene determinadas asunciones valorativas, ya sean explícitas o implícitas (Curriculum oculto).
- En tercer lugar un cierto racionalismo llevó a pensara que la ciencia hace innecesaria la moral.
La demanda de formación en buenos hábitos, sentido de autoridad o de obediencia a las normas establecidas (lo que se llama una “buena educación”), hemos de reconocerlo, es hoy exigencia por parte de la mayoría de los padres.
- En tercer lugar un cierto racionalismo llevó a pensara que la ciencia hace innecesaria la moral.
La demanda de formación en buenos hábitos, sentido de autoridad o de obediencia a las normas establecidas (lo que se llama una “buena educación”), hemos de reconocerlo, es hoy exigencia por parte de la mayoría de los padres.
A este respecto citamos a Gimeno (1.996): “Si la educación pública es responsable de la búsqueda, en lo que a ella compete, de un modelo de individuo y de ciudadano, la escuela tiene que ser militante defensora de la socialización en una serie e valores claros. (…) La necesidad de un rearme en esta dirección es tanto más urgente, cuanto que los jóvenes de las clases sociales que no tienen más alternativa que acudir a la escuela pública quedan más indefensos ante los modelos de socialización potentes que operan en el exterior.
Ante esta situación hay que optar porque cada centro escolar tenga sus propios valores, en lugar de una escuela unificada en sus objetivos educativos fundamentales, base de la integración nacional, aunque conformada por diversos públicos y culturas. Con el Proyecto Educativo, los centros escolares están progresivamente siendo requeridos para dotarse en primer lugar y declarar públicamente después los valores que como organizaciones pretenden promover configurando una “personalidad” o “estilo educativo propio”.
Los centros escolares deben diferenciarse, entre otros factores por la oferta de valores que realizan, forzando a forjar una identidad perdida o negada, para ir encontrando su propio lugar en la oferta educativa.
El Proyecto del Centro puede posibilitar una ocasión y espacio para que los profesores reflexionen sobre qué tipo de valores tratan de promover, alcanzando un acuerdo y comprometiéndose a que no haya contradicciones entre lo que se hace en clase y lo que se vive en el Centro.
1 comentario:
Muy bien. La entrada es correcta.
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